“Cuando se tiene un artículo tan importante como unas gafas, merece la pena esforzarse en contar toda su historia…”
Esta frase de Moritz Von Rohr resume el trabajo de investigación que hemos realizado durante estos años para poder datar y clasificar las 36 piezas que se muestran en la exposición. Moritz, fue un filósofo y científico polaco al que se le atribuye el diseño de las primeras lentes asféricas para anteojos. Escribió numerosas publicaciones en relación con la óptica instrumental y trabajó para la prestigiosa firma alemana de lentes Carl Zeiss.
Con el paso del tiempo las gafas han experimentado una evolución no sólo en el diseño, sino también en los materiales empleados para su fabricación. Y por qué no, hasta en su concepto y funcionalidad. ¿Quién diría que las «celebrities» de nuestros días acabarían usando las gafas de aviadores de los años 30?
Durante la Edad Media, la alfabetización en Europa corría a cargo de monjes y frailes, muchos de los cuales pasaban su vida adulta copiando e iluminando manuscritos. A partir del s. XIII podemos encontrar los primeros instrumentos destinados a mejorar la visión de cerca. Estas “piedras de lectura” gozaban de popularidad entre el clero y las clases sociales más altas, siendo un signo de distinción y prestigio. Afectadas como el resto de la población, de una pérdida de enfoque asociado a la edad: presbicia.
En los talleres medievales se venía utilizando arena procedente de playas o canteras con el menor porcentaje de impurezas, ya que las partículas de hierro, titanio o cromo aportaban color amarillo-verdoso a los vidrios. En aquella época cobraron prestigio las arenas purificadas procedentes de Sicilia, Francia meridional o Mallorca. Los artesanos venecianos obtenían un vidrio dúctil, nítido y refinado conocido como “Il Cristallo” a partir de escamas de cuarzo o berilio, cuyo componente en sílice incrementaba la transparencia de las primeras lentes convexas en la Italia del s XIII. Poco a poco se difundieron al resto de Europa de la mano de franciscanos y dominicos.
Las lentes eran montadas en dos estructuras circulares de cuerno, cuero o madera unidas en el centro por un tornillo o remache. El resultado era un diseño parecido a unas tijeras. El modelo resultaba un tanto incómodo ya que obligaba a ocupar una mano en su sujeción.
Con la aparición de la imprenta (J. Gutenberg 1440) la demanda de estos objetos se incrementó, a pesar de ser escasos y costosos. Comenzaron a aparecer soluciones para liberar las manos. Así surgen los puentes para apoyar las lentes en la nariz y las cintas de seda y los cordones para atarlas a la cabeza.
En 1451 el filósofo alemán Nicolás de Cusa, clave en la transición del pensamiento medieval al renacentista. Diseña las primeras lentes cóncavas, pensadas para compensar la miopía que él mismo sufría. De manera que los anteojos se generalizan como instrumentos de trabajo.
En torno a 1650 muchos vendedores ambulantes de todas las ciudades de Europa, ofrecían anteojos “Núremberg”. Se trataba de una estructura hecha a base de hilo metálico aplastado, producida con bajos costes y en grandes cantidades.
En España, el famoso escritor y poeta del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, utilizaba anteojos con puente para compensar su miopía. Más robustos que los Núremberg, pronto formaron parte de su imagen y fuerte carácter, hasta el punto de ser conocidos por su apellido: “quevedos”.
A medida que el uso de anteojos se extendió entre la población y se redujeron los costes, el misticismo de las gafas se fue perdiendo hasta convertirse en un elemento estigmatizador.
No sería hasta 1724, cuando el inglés Edward Scarlett, óptico y fabricante de instrumentos de la época georgiana, patenta unas varillas rígidas con ganchos para las orejas, dando estabilidad a los anteojos y liberando las manos.
Medio siglo después, Benjamin Franklin: político, científico, inventor y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, inventará las lentes bifocales. Resolviendo así los problemas de visión para los présbitas como él, que además sufría miopía.
Del mismo modo que en occidente, en China, las gafas evolucionaron desde modelos similares a los Núremberg. Desarrollaron tiras para su sujeción, almohadillas plegables para asentarse en la frente y en torno al s. XIX adoptaron un estilo más europeo, con varillas incluidas. En China las gafas nunca estuvieron estigmatizadas, al contrario que en occidente, simbolizaban sabiduría, respeto y e incluso riqueza. De hecho los jueces y las clases altas, solían llevar gafas como parte de su indumentaria, aún sin necesitarlas. Algunas de ellas eran auténticos trabajos de joyería.
En el s.XIX comenzaron las restricciones del uso del marfil, de modo que los fabricantes de bolas de billar iniciaron la búsqueda de materiales alternativos de origen no animal. Lo que dio lugar al celuloide, una mezcla de celulosa, alcohol y alcanfor que sirvió, entre otras, a la industria cinematográfica y a la óptica.
La aparición de este producto de origen vegetal resultó una alternativa al carey procedente del caparazón de tortuga y posibilitó una fabricación en cadena. De esta forma se abarataron los costes y se multiplicó la producción.
Hacia 1806 surgió la Luneta, precursora del monóculo y popularizada por el “dandy” inglés George Bryan Brummell. Un íntimo amigo del rey Jorge IV de Inglaterra, la llevaba atada a su cuello mediante una cinta y la manipulaba con los dedos índice y pulgar. Esto le otorgaba un aire intelectual y arrogante muy acorde con su estilo de vida e imagen. El uso de estos dos tipos de lentes se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial. Convirtiéndose en símbolos de riqueza y buen gusto para lucir y ser vistos.
“Si la gente se gira para mirarte en la calle, no estás bien vestido o estás demasiado rígido, demasiado ajustado o demasiado a la moda…” G.B. Brummell
Desde 1820 y hasta los años 40 del s. XX, el uso de anteojos sin varillas y con un sistema de pinza en la nariz, se hizo muy popular. Al igual que la luneta, estos anteojos presentaban un enganche donde engarzar una cadena. Normalmente la cadena se fijaba a la indumentaria con el fin de evitar su caída o pérdida. El sistema, conocido como “Pince Nez”, presentaba dos inconvenientes: Por un lado, la flexión del puente provocada una variación del parámetro DIP, introduciendo un efecto prismático, sobre todo en las graduaciones más altas. Por otro lado, la pequeña rotación que efectuaban las lentes al acoplarse en la nariz modificaba la orientación del astigmatismo, desaconsejando su uso en estos casos.
Para solventar estos inconvenientes, en 1893, el nefrólogo Jules Cottet, diseñó un sistema de puente rígido atornillado a las lentes y con plaquetas abatibles. La patente la vendió y fue American Optical Company la que lo distribuyó como “Fits-U”. Un éxito que desplazaría a los Pince Nez. Ya que el modelo proporcionaba más estabilidad en todas las graduaciones y aseguraba la sujeción en la nariz. Se trataba de una de las primeras gafas al aire de la historia.
A partir de este momento y con la llegada de la Revolución Industrial, la producción y comercialización de las gafas se incrementó y se hizo extensiva a todos los públicos y estilos, dando el comienzo de una edad dorada. Diferentes estructuras y lentes laterales para proteger a la nueva clase obrera: hombres y mujeres que comenzaban a trabajar con máquinas.
Por entonces los diseños de aro eran muy sencillos, por lo general circulares, aunque poco a poco surge la necesidad de embellecer las formas y enriquecer el producto. El mundo de la joyería, cercano a la óptica, se encargó de realizar trabajos en oro e incluso se comienzan a tallar los aros y varillas obteniendo verdaderas obras Art Decó.
Ya en 1877 CITES, El Convenio de Comercio Internacional sobre las Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, asignó el más alto nivel de protección a las tortugas Carey. Con esto se restringió el comercio de estos animales y el uso de sus caparazones para diversos fines. En la búsqueda de un material que lo reemplazara, surgió el acetato de celulosa, un derivado vegetal hipoalergénico y moldeable con la temperatura (termoplástico). Elaborado a base de algodón, madera, alcohol y acetona. Se trata de materias primas renovables y respetuosas con el medio ambiente, 100% ecológico y reciclable.
Las fábricas de peines, botones y peinetas, diversificaron su producción realizando gafas. Tal es el caso de la prestigiosa Mazzuchelli 1849. Situada en un pueblecito de no más de 8000 habitantes en el norte de Italia, la centenaria fábrica sigue elaborando hoy día, planchas de acetato que se caracterizan por su grosor, brillo y colorido. Más de 300 patrones diferentes, algunos de ellos imitan con gran precisión al carey original, cuyo uso está prohibido. Las gafas de acetato se fabrican a partir estas planchas, posteriormente se cortan las piezas, se pulen a mano y finalmente se ensamblan a través de engranajes metálicos.
El siglo XX fue conocido como el siglo de la velocidad porque en él aparecieron el coche y el avión. Por aquel entonces ninguno de los dos contaba con cabinas para los pilotos. De modo que fue necesario incorporar gafas de protección para que aquellos audaces emprendieran sus aventuras. Como las famosas “Goggle Safety glasses” de los años 20, con la incorporación de aletas laterales bien de piel, metal o incluso lentes, se evitaba la entrada en los ojos de partículas suspendidas en el aire, la desecación por efecto del viento y se garantizaba la protección solar.
En 1920, Hollywood se había convertido en el referente internacional de cine. Su clima cálido y soleado permitía a los directores rodar en exteriores gran parte del año. Este era uno de los motivos por el cual las estrellas se veían obligadas a utilizar a menudo gafas de sol. Y así aparecían en las revistas, ganando popularidad hasta convertirse en iconos de moda. El público en general se dejó seducir por el cine y las revistas relacionaban las gafas de sol con el glamur.
En 1931 American Optical Company introdujo el “Flu-Vue”, la primera montura “pantoscópica”. Por primera vez se colocaron las bisagras entre el frente y las varillas, en la parte superior de los aros. Esto introdujo una inclinación en el perfil de las gafas, acercando la parte inferior a los pómulos. Una mejora no sólo óptica, sino también estética, ya que mejoraba la adaptación del modelo al rostro. Así nació el modelo “Ojos de Gato” un modelo concebido para una mujer femenina y coqueta, que causó furor en los 50 y sigue siendo un icono en tendencias.
A medida que las cabinas de los coches comenzaron a cerrarse las protecciones laterales resultaban innecesarias, de modo que fueron desapareciendo. En 1941 US Army Corps introdujo el AN6 532, el arquetipo de las gafas Aviator. Más allá del diseño, el simple hecho de que pertenecieran al ejército americano las hizo más irresistible para el público.
Audrey Hepburn hizo de las gafas de sol un complemento imprescindible para sus interpretaciones, reforzando incluso al personaje. Dentro y fuera de la gran pantalla, la diva lucía mejor que nadie las gafas de sol: entrevistas, rodajes… incluso en su vida privada. La protagonista de títulos como: Sabrina, Vacaciones en Roma, Desayuno con Diamantes, Cómo Robar un Millón… llevó las tendencias de cada época. Por ello fue apodada “La reina de las gafas de sol”.
En la década de los 60 la moda en óptica apostó, como en el resto, por las formas geométricas, los colores luminosos y líneas simples. La corriente artística Pop-Art dejó una gran huella en esta época y comenzaron a fabricarse modelos con patrones repetitivos: ajedrezado, círculos concéntricos… algunos de ellos generaban ilusiones ópticas: arte cinético.
En los 70, la verdadera revolución vino de la mano del Optyl. Un material plástico con efecto memoria, ligero, moldeable con la temperatura y que una vez enfría recupera su forma original. Lanzado por la firma Carrera en 1969 (Austria). Se podía presentar en estampados exóticos y multitud de colores vibrantes. El fabricante de gafas italiano Sáfilo, adquiere la marca Carrera y la patente de Optyl para lanzar muchos de los diseños en esta época.
En un intento por frenar el emergente mercado asiático, los productores europeos decidieron apostar por un modelo de cambio: competir por el prestigio y la calidad, posicionando la gafa como un artículo de lujo. De este modo buscan numerosas licencias de las casas de Alta Costura. De este modo, no sólo las gafas de sol, sino también las de graduado, comienzan a registrarse con una determinada marca. La estrategia fue llevada a cabo con éxito sobre todo en Italia con Sáfilo, Luxottica y Marcolin.
Leonardo del Vecchio: un visionario. Criado en un orfanato, después de la II Guerra Mundial abre una pequeña fábrica que producía componentes para los armazones de las gafas. Cincuenta años más tarde, en 1961, funda Luxottica que se posicionará como una de las empresas más potentes del mercado: Ray-Ban, Persol, Oliver Peoples y licencias como Chanel, Prada, Versace, D&G… etc. En la actualidad es la empresa óptica más grande del sector en todo el Mundo.
Hoy día, en esa espiral que es el mundo de la moda, los diseñadores recuperan formas, tamaños y estilos de otras épocas. A menudo nos invitan a viajar al pasado impregnando los modelos de un aire nuevo y actualizado. Lo suficiente como para evitar la tentación de recuperar del armario viejas glorias.